Llueve a cántaros. El aire se hace espeso y el alma se inunda.
Un manto de oscuridad cubre el firmamento. Y la negra conciencia explaya sobre la tierra su fétido olor.
Se mira el dolor en las calles, y los eslabones que aprisionan se contorsionan. Cada latido es un lamento que cercena la existencia y clama al firmamento.
Se lesionan los sentidos, dejando a su paso estelas de dolor y muerte. El luto se refleja en la pupila de las madres atormentadas, la sangre a borbollones se desliza sobre el pavimento, y en los rostros y prendas de quienes ansían libertad.
Aflora a montón las falencias, debilidades y odio del alma humana. Cuanta maldad en el orbe.
Se desgaja la vida a cada paso. De forma inmisericorde la naturaleza destruyen, y con ello, el aliento en su más sagrada esencia.
El alma de la tierra yace herida de muerte. Sangran sus chakras al fenecer de sus guardianes, de los protectores de la vida.
Queman cual fiebre inquisidora, bosques y su precioso colorido, las whiphalas -bandera que representa en el continente a los pueblos indígenas.
La maldad cubre su rostro y anhela adueñarse de la tierra, destruyendo ideas, cercenando cuerpos, arrancando vidas, en aras de satisfacer ansias siniestras.
¡La tierra regurgita e implora cese la violencia!
¡La patria se agita, y con ello nuestras conciencias!
El grito en las gargantas, ha hecho trizas, los eslabones que encadenan el tobillo, atan el pensamiento y amurallan la inteligencia.
*
Lo que antes era, ya no.
Es noche y en medio de la oscuridad brilla la luz
El grito que agita los estómagos regurgita en la garganta
El pueblo sueña, siente y padece
Llegando al límite de su hastío, de su padecimiento
¡Basta ya, implora el corazón!
¡Basta ya, implora la razón!
¡Oh, divina inteligencia!
¡Oh, divina juventud!
Enarbola la bandera de su conciencia
Destruye la cizaña de la indolencia
Y clava en el epicentro de la maldad
La daga de la justicia.
* Imagen de Istockphoto.
Luz Marina Méndez Carrillo/15112019/ Derechos de autor reservados.