Gota a gota el corazón se atiza
En la dulce savia que germina el alma
Gota a gota el corazón hastía
En la amarga gota que supura el alma.
El viento avanza silencioso, la soledad se hace grande y el vacío ensancha. No oigo el aletear de los luceros, ni siento el frío delirante de la noche.
Calla la melodía sonora del aura celestial, y llega a mí, el latir inquieto del corazón y desasosiego del intelecto ¿Qué hay más allá del fulgor de las estrellas? ¿Del último aliento? ¿Del fuego incandescente del alma humana?
Habitada por un mar de incertidumbre, deambulo entre abrojos y aleluyas.
¡No toques el nicho sacro de mi memoria, el dolor cuya herida aquieta y la lágrima seca!
¡Mundo iracundo, sacúdete del velo que cercena su garganta!
¿Es el silencio acaso silencio?
No hay silencio en la noche silente. Un murmullo de lamentos recorren las gargantas y fervientes rosarios escapan de los labios sellados. El alma gime, el espíritu implora y el cuerpo sueña.
¿Es el amor, acaso amor?
No es amor lo que anida en ciertos corazones. No es amor lo que sacude al mundo, es el ansia infinita y destructiva del egoísta, del odio y la circunspecta maldad. ¡Oprobio en cuya génesis florece!
¿¡Y el porqué de éste fatal capullo, pudiendo palpar el dulce néctar en el mar refulgente de las estrellas!?
Estrella Vega
Fuego ardiente
Luna de julio
Alma penitente
Sella mi frente
Sacude inclemente
Mi alma herida
Ansia latente.
Foto: Natalia Valentina Torres Barón.
Luz Marina Méndez Carrillo/22072020/ Derechos de autor reservados.
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