El viento hala mis cabellos y la idea de mis sueños se mira distante.
La imagen de mi rostro y el verde esmeralda de mis pupilas, se refleja en el espejo cóncavo de la fuente seca. Voy camino arriba, con el ánfora vacía y el corazón en trilogía.
La arena con el calor de mis pisadas sacia la sed. Y el aire en extraño vaivén cuenta en mis oídos la penuria de sus ansias. No quiero oír, ni sentir, el dolor ni la sed de nadie, solo el clamor de mi corazón y los latidos del alma
¡Veo a lo lejos, la montaña de mi propio suplicio!
Con las manos extendidas bebo de los chakras de la madre tierra, y de los pulmones del aire la vid que da la vida.
La sangre persevera en mis entrañas y el sol en el cenit aja mis labios.
La rama se mece y con ella el ímpetu de mis angustias.
¿Acaso el señor de las alturas conoce de la agonía que silenciosa recorre los caminos?
¿Acaso sabe del desasosiego de la existencia humana y el dolor que le amilana?
¿Acaso sabe del cuchillo en la garganta y el llanto de los inocentes?
Ansío medir distancias, medir el tiempo, y el reflejo de mi existencia suspira dentro del alma.
¡Oh, primavera de mi nacimiento, aún te palpo sobre la yema de mis dedos!
Más allá de la impotencia veo la lágrima ensangrentada
La sombra ardiendo
Y el clamor de corazón
Pasan los sueños uno a uno y el vaso en que los bebo. Pasa la esperanza perdida, y el amor que dejó mi alma vacía.
* Imagen tomada del muro de Islam Gamal.
Luz Marina Méndez Carrillo/09112019/Derechos de autor reservados.
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