Del espejo cóncavo, brotaban chispas de plata iluminando todo. Quiso huir de ese escenario inquietante, pero fuerza misteriosa lo aventó al centro de la habitación, cerrando la puerta a su espalda con furia inusitada.
Llegó a su mente, la necesidad de tener sobre el cuello, la cruz bendita, y a su alcance, incienso y objetos consagrados. Celosamente los había guardado en la maleta de mano la noche anterior. La cual se miraba lejos.
Sintió que algo lo hacía girar sobre sismo, arrastrándolo a gran velocidad, a una habitación oscura y horrible. Se vio reflejado en los espejos de esta habitación, con aspecto siniestro, los cuales giraban en círculo sin parar. Igual, veía en los mismos, el rostro desfigurado y siniestro de su amada Carlota y la joven Josefina, ambas fallecidas en hechos extraños, meses anteriores, en la Mansión, los cuales danzaban al mismo vaivén.
Agarrado de su fe y del recuerdo de las causas justas y humanitarias que hizo a lo largo de su vida, invocó la presencia de Miguel Arcángel, en el preciso momento, que mano harapienta y huesuda emergió de uno de los espejos, queriendo sumergirlo dentro del mismo. Ipso facto, el cuarto donde se encontraba, se fue desdibujando ante sus ojos, y la fealdad del ambiente parecía diluirse. De pronto, un viento extraño lo retrocedió en el tiempo, ubicándolo nuevamente en un sillón de la habitación de la Mansión.
Quiso incorporarse y sus piernas no respondieron. Sintió ganas de regurgitar. ¡Sudaba a chorros!
-¿Dios, que es esto? Se preguntó- tomando entre sus manos un pañuelo blanco.
Respiró profundo, haciendo ejercicios de inhalación y exhalación, ventilando al unísono su camisa sudorosa. Al instante, fijó su mirada en un cuadro de Aleister Crowley colgado en la pared, a la entrada de la habitación, el cual parecía acariciar con su mano derecha la mejilla, y con la mirada, repudiar el mundo circundante. El sudor intensificó, pues jamás había visto que este siniestro personaje estuviese en su cuarto. Comprendió ipso facto, que estaba siendo sometido a una prueba enorme de su fe, su amor por sí mismo, valores y creencias.
Y después de todo, hundió la plenitud de sus sueños
En el eslabón de sus cadenas
En lo profundo de sus ansias
Más allá de sus angustias
*
Lejos de ahí, Dylan enteraba a Wesley Danilo, de los hechos extraños sucedidos en el parqueadero, el maletín de pruebas y lo acontecido en su apartamento, los cuales, revisado los videos, no se vislumbraba novedad alguna, y menos, el menor indicio o hecho indicador de lo vivido el día anterior.
¡Mala pasada jugó la imaginación! Pensó para sí Wesley Danilo.
En su Despacho, revisó las copias de las pruebas que contenía el maletín, guardando absoluto silencio de su contenido. Esperaría sin lugar a dudas, el fallo del ente investigador, y el paso siguiente, el cual bien sabía, marcaría el fin de esta escena.
* Imagen tomada del muro de Islam Gamal
Luz Marina Méndez Carrillo/28042020/Derechos de autor reservados.
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