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  • Foto del escritorLuz Marina Mendez C

MANSIÓN DE LOS ESPEJOS: CARLOTA

Actualizado: 3 ago 2019






Un equipo técnico de investigadores de homicidios espiaba las actividades de la casona.

Un moderno sistema electrónico que incluía micrófonos de barrido, cámaras ultrasensibles y personal especializado, adelantaba labores de investigación desde hace unos meses.

WESLEY DANILO, el hijo varón de la dueña de la mansión. Es un hombre impredecible, inteligente y muy astuto, pero de un genio tenaz. Su gran debilidad, la poesía. " Puerta que abre el alma " Así le dice.

De mediana estatura, ojos verdes, pelo rizado y bigotes que apuntan al firmamento. Acostumbra a señalar con el dedo índice al rostro de quien desea dominar o expulsar de su entorno. El dinero le otorga tal poder.

En ausencia de su madre, se hizo cargo de sus negocios, entre ellos, la Mansión Valle de Lili o Mansión de los Espejos como la he llamado.


*


Carlota, en su nervioso, no podía conciliar el sueño. Una y mil veces paso por su mente, el extraño personaje que esa tarde, casi noche, daba vueltas alrededor de la Mansión. Antes que miedo, le inspiraba terror. Lo asemejo a lo ocurrido en la casona, con el gato y el extraño visitante, que aún no ha tenido oportunidad de conocer. Este hombre, de capota negra, que más parecía un hábito de un monje franciscano, generaba desconcierto, inseguridad y miedo.

- ¿Qué tiene que ver este con la mansión?- Se preguntó

El reloj marcó las dos. Y ella pegada a la ventana observando el vaivén del aire y contando suspiros.

Llega a su mente, el llamado de atención que hiciera Josefina aquella tarde, respecto de la vigilancia que puede hacerse a través de los espejos.

- Idea descabellada- se dijo, moviendo su cabeza.

En su peinador, hay un espejo grande estilo victoriano y dos pequeños a lado y lado del mismo modelo, dando la sensación de abrigar el cuerpo y alma, o espiarla, como dice Josefina.

Abrió la ventana y una ráfaga de aire ingresó con fuerza desordenando su cabello. El velo de la misma, ondeaba lentamente, haciendo que el cuarto se torne lúgubre.

Se dirigió rápidamente al peinador. Deslizaba una y varias veces el cepillo, de la raíz a las puntas y de las puntas a la raíz. Al unísono, su pensamiento iba a velocidad vertiginosa. Añoro su época de estudiante de derecho y su adorada hija a quien llevaba en el corazón.


¡Sonreía al sentir de sus latidos!

Tan ensimismada estaba, que no se percató de unos ojos verdosos como de reptil, que la espiaban a través de los pequeños espejos laterales.

No obstante la ventilación, el aire en el cuarto atenazaba su corazón.


Imagen tomada del muro Poetas y Musas.

Sigue:

Luz Marina Méndez Carrillo/20072019/Derechos de autor reservados.




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