Y quién si no tú,
Oculto lector de mis poemas
Sombra oscura,
Vástago del tiempo.
Tengo por testigo la nada. Mejor, lo imperceptible a la mirada. Las noches de luz diamantina y fuerza inusitada. Están ahí, Micifuz, mi hermoso gato blanco, la Mirla encantada, y Rosendo, el pequeño caracol, que por diminuto, se ha hecho imperceptible y eterno.
El viento, alcahuete de mis angustias, golpea el vidrio de la ventana, envolviendo mi blanca túnica, dejando en extraño vaivén, mi cabellera ondulada y kimono de satén.
Rebosante de versos y diademas, y a su extraño ritmo, escribo y escribo, sobre el sol, la luna y los luceros, el Divino Hacedor, el hambre, el llanto de los niños, la soledad del hombre, y por supuesto, el dolor… El dolor silencioso, de ese ser maravilloso y tierno, cuya alma conecta con las estrellas.
MUJER
Pálida e impasible se le mira pasar. A veces, el color de sus mejillas se ha hecho distinto, pues el llanto y dolor de la noche le han apaciguado. Silenciosa y taciturna sufre, como si fuese un alma cuya existencia ha sido condenada.
Arrastra en sus tobillos letales cadenas, y en su vientre, la vid que da la vida. Amamantan sus pechos, la fuerza del orbe, y sin ella, desequilibra el universo entero.
Madre, hija, compañera, novia, amante, igual da, es la belleza en sí resplandeciente, es el manojo de rosas, es la fuente seca que fermenta la árida tierra.
* Imagen tomada del muro de آلعآبث آلآخير.
Luz Marina Méndez Carrillo/05052020/ Derechos de autor reservados.
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