
Se abren las pupilas a la brisa de la noche, a la luz de la aurora boreal, a la furia del cenit. Busco dentro de mí, y la luz de las palmas de mis manos se extienden al infinito.
¡Sed del alma, angustia del corazón!
El fruto de los sueños, la gloria de los días, y al unísono, penumbra de recuerdos y amargas sensaciones, afloran cual llama ardiente, cual alma penitente.
Retrocediendo en mi memoria y detenida en el tiempo puedo palpar: el dolor cual filosa punta, cual sombra envenenada atravesando el corazón, la falsedad de fallidas promesas, y sin titubeos, los hermosos hoyuelos en tus mejillas.
Bailamos al paso del destino, y de pronto, sin fundamento ni sentido, no estamos ahí. El As de la vida nos juega mala pasada. Y la luz se hace sombra, y la alegría un charco de desesperanza.
Llega la melodía que acompañó aquellos días, pero no, no era la misma, su alma rota ha fenecido. Y la fuente cristalina, aun siendo ella, se mira silenciosa y parca.
No obstante… Héme aquí, más viva que ayer. La gota de melancolía ha hecho mella en la alegría y puedo mirar el campanario de futuros sueños y melodías.
¡Tanto amor no se quiebra con amargos recuerdos!
¡Tanta luz no se apaga con crueles cadenas!
Caemos y caemos y al final, alzamos la mirada. Entonces, el eje del corazón se agita y la furia del alma recobra su fiereza.
Entre el pensar y soñar,
Entre el descubrirse y hallarse,
Entre el amarse y perdonarse.
* Imagen tomada del muro de Islam Gamal
Luz Marina Méndez Carrillo/08012020/Derechos de autor reservados.
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