
La soledad también se junta con el bullicio de la noche silenciosa. Es esa espina que taladra, que lastima. La soledad es terapia, es medicina.
Caminamos por senderos plagados de abrojos con el alma afligida y el llanto en los ojos.
¡Cuánta sabiduría se respira en el piélago dormido de un pestañeo!
Bajo el árbol frondoso de las estrellas, busco con avidez la luz de la pupila, el amor de ayer y el agua cristalina de la fuente árida.
El tiempo pasa y entre los dedos fenece. Sin ademán de súplica dice adiós. He ahí la sapiencia, palpar las huellas que a su paso deja.
La sombra hastía bajo la luz desaparece
Es el gemido sin voz
Es la agonía sin lamentación
· Imagen: Créditos a su creador.
· Luz Marina Méndez Carrillo/17032021/ Derechos de autor reservados.
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