No me sigas, no me mires, no me toques. Perdà las esperanzas de amar hace lunas, cuando el pasajero del último velero que visitó mi vida, no se amaba ni a sà mismo. Cada palabra que salÃa de su boca, cada corazón pintado, cada rosa enviada, era más un escupitajo de sus propias falencias, de su propia desesperación. Intenté decÃrselo, pero su maldito orgullo no dejó. Entonces, sin motivo aparente y queriendo lastimarme, se largó. El muy iluso no pensó, que el mal que creyó para mÃ, encadenó su corazón.
¡Fue un instante detenido en el tiempo!
¡Fue una lágrima que cayó!
Las horas pasaron y ese momento áspero se deshizo en mi garganta. La obscuridad en el firmamento se evaporó y una luz brilló más allá del sempiterno. Tome un espejo, en aras de capturar sus luminosos rayos, y la fuente inagotable de amor que yace dentro de mÃ, se hizo prÃstina se hizo cristalina.
*Imagen: Créditos a su creador.
Luz Marina Méndez Carrillo/07082021/ Derechos de autor reservados
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