
La muerte solemne y soberbia, un día tocó a mi ventana. ¡Detente! Le dije.
Y entonces, la luz tomó la opacidad del aire, la garganta se hizo angosta, y la fuerza de mis cabellos decayó sobre la espalda. La túnica blanca que cubría mi cuerpo bifurcó en pedazos y el ímpetu del alma ventiló en el orbe.
La luna de sangre bañaba la tierra, y en el firmamento se miraban ríos de tristeza inmensa. Del pecho germinó un latido, atravesando espinas, opacando sueños.
¡Heme aquí!
¡Tierra y fuego!
¡Fuego y tierra!
¡No me toques!
¡No me mires!
Lejos de mí
Su fatal guadaña
Mitad ángel
Mitad demonio
Mis labios carnosos
Al cielo claman
Y al unísono, carne imploran
¡Hielo y fuego!
¡Ansia y muerte!
¡Sed de mis pupilas!
¡Vid de amor eterno!
Quema las entrañas
Cúbreme de cenizas
Que al fenecer la noche
Y sus constelaciones
De la furia del alma
Renacerá mi pluma.
* Imagen: Desconozco la fuente
Luz Marina Méndez Carrillo/29022020/Derechos de autor, reservados.
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