¡La noche se hizo noche y un manto cristalino descendió del firmamento!
Con la mirada en el infinito cuya esencia mi alma arrastraba, vi de pronto, una Mirla en mi jardín. Escuche su canto ¡melodioso e infinitamente bello!. Al otro costado, agazapado y silencioso se hallaba Micifuz. El Verde turquesa de su mirada cristalina recobró vitalidad.
Revoloteaba inquieta, sosteniendo en su pico una rama verde hojarasca. Su mirada oscura e intensa ansiaba devorar de un salto la existencia natural, mi propia existencia. De pronto, la miré volar alto, como diciendo adiós. Más, retornando en círculos, regreso en picada a la tierra, a mi ventana, dejando sobre mis pechos la hoja verde hojarasca en forma de corazón.
¡Un instante que asemejo una eternidad!
Clavó su mirada intensa en el verde de mis pupilas. Confrontamos en choque profundo beatitud y gratificación. Nuestras almas, nuestros espíritus, nuestro propio corazón.
¡Levantó sus alas y la mirada al infinito, dejando a su paso una estela de amor y sueños! ¿Qué era esta hermosura que de un soplo lanzó mi tristeza al abismo? ¿Por qué en forma de corazón y a la hora del cenit nocturnal , una Mirla en mi Jardín? Apartando los alelíes, Micifuz, al igual que la Mirla encantada, lanzó su mirada certera directo a mi corazón. Entendió acaso, lo que aún, yo no. * Imagen de pájaros, fotografía y otros vicios. Luz Marina Méndez Carrillo/03122020/ Derechos de autor reservados..
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