
Cuando para hallarte tiendo los brazos
La furia del corazón
Y el lamento del alma
Y a lo lejos...
En la penumbra de la noche te diviso,
Separando nieblas, quebrantando olvidos
Bajo la luz que bifurcó la sombra
Aún pernoctas, con la lámpara encendida
Más allá de lamentos y tristezas
Y a la orilla del camino
En mustia soledad y magnánimo silencio
Desgajando, uno a uno, de tus labios
La última gota que depositó en los míos
Y el aliento que reposó en mi pecho
Ni a la sombra, ni al silencio
Ni a la lluvia, ni a la muerte
Ni al día, ni a la noche
Ni a la suerte, ni a la amante
Se ha conferido poder para rasgar
La hebra imperceptible
Que fraguó nuestra existencia
E hizo mella en tu pupila
En el as de mi corazón
Y la fuerza de tu sangre
Que agita
Revive
Cuantifica
Y tiembla
Con mis latidos
Tu aliento
Mis gemidos
¡Oh, silenciosas pisadas!
A la orilla de mi alcoba
En el cenit de tu cuerpo
En el nadir de mi alma
Quíen si no tú
Testigo mudo, y además
Vivificante.
* Imagen tomada del muro de Islam Gamal.
Luz Marina Méndez Carrillo/25092019/Derechos de autor reservados.
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