
El aire vuela sacudiendo sueños
Haciendo ruidos
Levantando aleros
Y en la tumba, su propia tumba
Exhala su último aliento
Cuando las lágrimas rueden por las mejillas, el hambre regurgite en los estómagos, la miseria toque las puertas con gruesos y oxidados candados que jamás abrirán, y la maldad extienda su manto fúnebre sobre la fuente sacra del orbe. La mirada altiva dirigirá su horizonte al firmamento, el corazón, y los muertos.
Y de sus almas mustias
Caerá de soslayo la gota seca
Y de sus pies de barro
Su corazón de piedra
Para morir basta la vida, para vivir la muerte. No se entiende, que de la sed que brota por la garganta, surja el látigo que amilana, y del corazón y gracia de las manos, el puñal que asesina.
Arde tiempo, arde
Sobre el lamento amargo de la memoria
Las áridas palabras
Y ásperos recuerdos
Y de los muertos que otrora partieron. Hoy sus tumbas yacen rotas y sus almas en el infinito. El maremágnum que inmisericorde sacude la tierra, sacudió igual los cuerpos y almas que lo habitan.
Y del aura espesa del hombre
Se han liberado
Y solas, se han consolado
Y hoy, no lloramos a los muertos, ellos nos lloran.
Imagen: Créditos a su creador.
Luz Marina Méndez Carrillo/04072020/ Derechos de autor reservados.
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