DON OLEGARIO "UN SEÑOR DE BIEN" EL CRISTO BOCA ABAJO

De pronto, la vida nos ubica en el escenario misterioso de un extraño juego. Enlaza los hilos de una manera mágica y desconcertante.

¡Divino artilugio que nos embruja y nos sacude!

Se asemeja a un romántico soñador, y de repente, la furia de su carácter se esparce por el aire. La baldosa cede bajo el peso de sus pisadas y el fuego de su palabra hace círculos en derredor. Elogia generosamente como estropea al instante. Es un hombre fascinante, es un monstruo.

¿No sé qué pensar?

Y un día, como todos, a eso de las once de la mañana, me vi sentada frente a su escritorio, quería saber, quería conocer, de su enigmático carácter. Pero algo me sacudió, de la cepa del alma hasta la cima de mis plegarias. Un cristo… Un cristo de bronce sobre su escritorio. Estaba de frente a mis ojos y de espaldas al hombre. No me gustó. Algo zangoloteo mi espina dorsal. Lo miré directo a sus pupilas, volteando con mis delicados dedos el Cristo. Observándome en absoluto silencio, fijo igual, la lumbre de sus pupilas sobre las mías, dando vuelta al Cristo, dejándolo de nuevo boca abajo. El aire se hizo espumarajos y el reloj caminaba lento. Saliendo de su mutismo, sonrió, con esa sonrisa que maneja al dedillo. Esa que lo hace lucir cuál patriarca bondadoso, y al unísono, un eterno hijo de puta. No creas todo lo que ves. A estos hay que manejarlos así, a las patadas, vociferó, señalando con su dedo anular la mesa de dinero. Si los tratas bien, te jodes. No trabajan, hacen lo que les da la gana y el negocio va a la quiebra. Casi me convence, pero no, algo hay dentro de su ser que dice: el tigre no es como lo pintan.

Sigue…

*Imagen: Créditos a su creador.

Luz Marina Méndez Carrillo/14052022 Derechos de autor reservados

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