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El fulgor de tus pupilas arrasó el manantial de agónica tristeza que a la tumba me halaba. Te miré, y el valle de tinieblas que anegaba mi pecho, desvaneció.
¡A ti, solo a ti, y a tu alma de amor y cuerpo de fuego!
De mágicos tulipanes y gotas de rocío mis labios y espalda adornaste. Y de la lumbre de la corriente seca, hiciste mi nombre.
Y entonces…
Mi noche se hizo noche, y el canto de los astros silenciados escuché de nuevo.
Imagen: Omar Borkan
Luz Marina Méndez Carrillo/14112020/ Derechos de autor reservados.
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