Caminando por la carrera séptima, invadía mi intelecto un pensamiento. Si tuviese la oportunidad de cambiar mi vida, por la de otra persona, sin importar quién. ¿Lo haría?
*
Aparté un instante mis elucubraciones, para fijar la mirada en la hermosa arquitectura del templo de la Orden tercera Franciscana Seglar o Iglesia de los Estigmas, como se le conoce. Se encuentra construida en la antigua calle del Arco de la Ciudad de Bogotá. Soñé con pintar algún día, o quizás, plasmar con la pluma, la belleza que de ella me obnubila.
¡No miento, pero he pasado largos e interminables minutos, contemplando tal creación!
Imagino las manos ajadas, sedientas, hambrientas y temblorosas, que hicieron tan bella obra de arte. Imagino el paso a paso de tamaño sufrimiento, para que hoy, siglos después, pueda admirar su grandeza. Es realmente maravillosa. Posee un decorativo en madera en sus altares, retablo y púlpito, de gustos muy refinados. Inspiración y belleza la que conlleva su interior. ¡Alma, paz y vida estampo el artista en cada pieza que labró!
Cuentan, que por malos cálculos económicos, quebró y terminó perdiendo la razón. No imagino al “honorable” Virrey Solís, extendiendo su mano.
Recuerdo igual, por ésta misma vía, en época universitaria.
Deambulamos sin hablar, instantes que parecieron horas. Las calles se hicieron amplias e interminables.
Esa argolla, en su dedo anular derecho, cuyos matices difuminaron en distintas direcciones, no solo perló sus sueños, sino que cubrió los míos, de dolor, mentira y lamentación.
¡Mi mundo herido y quebrado, sucumbió bajo mis pies!
El café, bebida de semillas tostadas y fruto molido que bebí aquella vez, no tuvo poder suficiente, a pesar de su gratificante aroma, de diluir de mi boca el potente veneno.
En un instante, mi cielo de rosas vivas feneció. ¡Eso creí!
*
De vuelta a la realidad. Agitaba dentro de mi tal inquietud. Quería apartar los ojos de esa perturbación, pero no. ¡Cuando el sentir del alma estremece, el corazón y el intelecto callan!
Vi en el transcurrir, dos mujeres jóvenes, que hablaban y reían alegremente. Se miraban hermosas. Habite en su lugar por un instante y de disgusto tiño mi corazón. Así fue con innumerables personalidades. No atinaba sentirme siendo aquella, siendo aquél. Imagine sus vidas, avatares, alegrías, necesidades, abundancias y enfermedades, para concluir que , jamás cambiaré la vida que llevo, y menos, la vivida.
Elegimos una forma de vida, y ahí ha de florecer. Avanzaremos hasta superar el pináculo de nuestros sueños.
Nada me ha sido fácil, pero a la vez, todo. Las escenas que en su momento creí dantescas, aquellas que rasgaron mi corazón y dejaron en mis dedos pétalos ensangrentados, fueron eslabones para retirar pesadas piedras del camino.
¡La luz, aún no brillaba en el socavón!
He llorado, sufrido, reído, gozado y sobre todo, he amado profundamente, más allá de todo límite. No me arrepiento un ápice de lo vivido ni del cielo o infierno en el que he tenido que transitar. Todo lo he superado, y el dolor magnificado, en su oportunidad, me ha purificado.
Amo la vida, sin temor a la muerte. Amo la naturaleza y su inigualable belleza. Amo la magia que como fuente inagotable brota de mi alma. Amo a mi hijo y en él, al Divino Hacedor. Amo la solidaridad como piedra angular en las almas nobles. Me amo profundamente.
Herido el sufrimiento
Renace la gloria
La ilusión perentoria
Se diluye
Y el corazón
Agita
El alma en su palpitar
Hacia lo alto encamina su victoria
Y
La sangre en el corazón fluye
De innegable emoción
Porque de la penumbra
Surge la luz
Y
De la rama estéril
La vida brotó
* Fotografía del templo de Juan Uribe Viajes.
Luz Marina Méndez Carrillo/10062019/Derechos de autor reservados.
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