Acomodando las piezas de este pequeño y dimensional juego de ajedrez. Esas que se escabullen entre estelas de olvido. Esas que reposan en el baúl de los recuerdos, y que cada tanto, se enredan en el intelecto ansiando salir.
Sobre el amplio escritorio de un verde oliva, que por cierto me fascinaba, vi una hoja de papel que había sido deliberadamente arrugada y quizás olvidada. La tomé entre los dedos, y mis pupilas se hicieron platos enormes.
Minutos antes, bajó las escaleras, con su mirada altiva y la conciencia más allá del orbe. Así miran y caminan quienes navegan en la opulencia, quienes se creen dueños del destino y el alma de la gente.
-Y el reloj marcó la una de la tarde.
Rodeada de árboles de un verde intenso, daba vueltas en mi cerebro, el contenido de aquella hoja arrugada.
Ubicada en aquel delicado escenario, no divisé opción diferente a la tomada por esa mujer. Mejor, a la que el dinero maldito había puesto como daga en su garganta.
¡Hay silencios que pesan más que mil cadenas!
¡Hay cadenas que conducen a la fosa!
Por el amplio ventanal, lo divisé de regreso, estrechando la mano derecha en señal de despedida e inmensa gratificación. Ese retoño no sería más un estorbo en el camino. Y el cierre del maletín del licenciado, se hizo un tanto espeso, un tanto enorme.
El alma de los hombres es igual a sus actos, a sus anhelos. Cada paso dibuja sobre el amplio lago de la existencia el vivo reflejo de su realidad viviente
*Imagen del muro de Islam Gamal.
Luz Marina Méndez Carrillo/19022120 Derechos de autor reservados.
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