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Foto del escritorLuz Marina Mendez C

DON OLEGARIO"UN SEÑOR DE BIEN": EL ENLACE

Actualizado: 11 sept 2021








Las azotainas que ha dado la vida, en lugar de plagar de resentimiento mi existencia, fueron diluyéndose, dando génesis al sentido, de lo justo y equitativo.


Todo acto aleve del cual fui testigo, en forma directa o indirecta, sacudió y sacude las fibras íntegras de mi ser.


Lo he sostenido. No se trata de ignorancia, se trata de maldad. La maldad de las almas mustias, que arrastran crueles cadenas forjadas en existencias anteriores, y que hoy, pretenden imputar a otros.


El péndulo de nuestra existencia gira en círculo, y un día, las rosas en el camino, serán manojo de espinas.


¡El fruto de la vid fue puesto en los labios para ser saboreado!


Fue una mañana soleada, como aquellas, donde se palpa a cabalidad, la genialidad del pincel de la eternidad.


Subí las escaleras que parecían interminables, hasta que al fin, llegue a la cima, a la cima de aquel peldaño de cemento. Me acerque lentamente al interruptor de la puerta de entrada de aquel edificio, dirigida ipso facto al piso sexto del mismo. El olor a canela que se respiraba en los pasillos, me hizo imaginar, manos diligentes y necesitadas, brillando y rebrillando con sudor y sufrimiento, cada línea, cada centímetro, hasta convertirlos en espejos. Espejos que sin lugar a dudas, reflejan las injusticias que se ocultan, más allá de sillones, escritorios y salas de juntas.



En espera a ser atendida, un hombre de estatura baja, en actitud amable, pidió esperar. Justo al frente de una gran sala de juntas finamente decorada que permitía vislumbrar, la importancia de los personajes que ventilaban sus ideas, concretando al unísono, grandes negocios en ese recinto.


De pronto, las puertas del ascensor se abrieron, apareciendo ante mis ojos, un hombre alto, de 1.80 de estatura aproximadamente, tez blanca, con una sonrisa que a muchos gratifica. Saludó efusivamente, dirigiéndose sin más a su oficina, cerrando la puerta a su espalda, de forma hermética y silenciosa.


Mi mente daba vueltas en círculo, pues a este caballero, un mes antes, lo había puesto el destino en mi camino. Llamó mi atención, en aquel entonces, su jovialidad y don de gente.


Los hilos enigmáticos del destino, tejen y entretejen, a su querer y acomodo nuestro sendero.


¡Quise mirar la estela de mi existencia!

¡Quise medir distancias!

¡Quise acallar sonidos!


¡Y solo atiné, a juntar las palmas de mis manos!



Los veía correr de forma desesperada, sin entender la razón. Mi jefe, cómodamente sentado en su mullido sillón, se daba el lujo de leer libros de historia, mientras el tiempo escapaba sin emitir sonido, perdiéndose más allá de un horizonte fallido.



Imagen tomada del muro de Islam Gamal.

Luz Marina Méndez Carrillo/22052020/ Derechos de autor reservados.



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