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  • Foto del escritorLuz Marina Mendez C

LA MANSIÓN DE LOS ESPEJOS: JOSEFINA

Actualizado: 3 ago 2019








A raíz de hechos inquietantes, WESLEY DANILO SANTACRUZ, efectuó gestiones para dar con la verdad de lo acontecido en la Mansión.



Por un lado, el moderno equipo de investigación, y por el otro, el extraño visitante. Ni más, ni menos, un cura perteneciente a una comunidad católica muy antigua, a la que ingresó hace muchos años, y en la cual se ordenó de obispo.



Airmar como se llama, se hospeda en la habitación veintisiete.



Este caballero, de mirada tierna y dulce que complementa con el azul intenso de sus ojos. Apacigua con la quietud de su voz, los ánimos caldeados y la soberbia de los demonios. Inquieta su presencia, pues además de su carisma, belleza y juventud, suma la galantería que a veces confunde.



¡Y una rosa roja cae sobre las almas agónicas!



Josefina descorrió el velo de su habitación, y ante sus ojos, una hermosa rosa roja. No entendía cómo llegó justo ahí.


Es la segunda que recibe desde que llegó a la Mansión.



Mujer joven e inteligente. De mirada profunda y enternecedora. Su piel blanca y labios carnosos, hacen de su presencia un ser cautivador.


Las sensaciones que provoca su aparente inocencia, distan con su labor de espionaje en la casona. Maneja a cabalidad y maestría toda clase de armas de fuego. Utilizando para beneficio de su obra, la más letal, su inigualable belleza.


Santacruz no se ha percatado, que además de la agencia de investigación que contrató, hay personal en la Mansión, de otra cuyo eslabón desconoce.


Josefina clava su mirada en el pequeño cofre, el cual resguarda la muestra de la esencia verde aceitosa, que logró tomar de los espejos de su cuarto la noche anterior.


No entiendo que paso con el Enigma. Se supone, recogería la tarde de ayer este cofre. No he visto señal alguna de su presencia. La inquietud me está matando-murmuró para sí.


Sorbió un poco de la taza de café y hojeando uno de sus libros, se dispuso a descansar.


- Te echo de menos, señora Santacruz. Dijo de forma ininteligible. ¡Me niego a creer que algo malo te haya pasado!



Cerró el libro y encaminó al peinador. Tomó entre sus dedos el cepillo en aras de arreglar su cabello, cuando se percató que alguien o algo la observaba a través de los espejos laterales de su peinador. Sintió miedo, pero no le era permitido expresarlo. Al fin y al cabo, su labor es la de investigar lo que acontece en la casona, hasta dar con el autor o autores de la desaparición o muerte de la señora LILIANA SANTACRUZ.



Camuflando su miedo, adorno su boca con delicados versos del poeta Hernando García Mejía, en recuerdo de su amor eterno.



Todo te nombra, amor, en este instante:

El cántaro, la flor, el agua el trino,

Los árboles, las piedras del camino,

El cielo el horizonte vigilante ”


Todo copia tu forma cautivante,

tu rostro encantador, tu talle fino,

tu salud, tu esplendor casi divino.

tu dulcedumbre nunca declinante "



De pronto, un olor extraño se apoderó del cuarto y gran debilidad de su cuerpo. Quiso sostenerse para alcanzar la cama y no lo logró, descolgandose muy cerca de la ventana.



Imagen: Pintura del artista Albanés Josef Kote.


Luz Marina Méndez Carrillo/30072019/Derechos de autor reservados.



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