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Foto del escritorLuz Marina Mendez C

LA MANSIÓN DE LOS ESPEJOS: EL ESPEJO CÓNCAVO

Actualizado: 26 oct 2019










Al amparo de la oscuridad, el misterioso huésped de la habitación veintitrés, pasó inadvertido las barreras de seguridad de la mansión.


Don Arcadio, ocupado en averiguar por el autor de la nota de la famosa fiesta en el Salón de los Espejos y el objeto de la misma. Visitó a los huéspedes, sin reparar en la habitación veintitrés, dada la edad de quien la habita y poca probabilidad, a simple vista, ser el autor de semejante osadía.


Además, el hallazgo de objetos extraños, pócimas y demás elementos que hacen parte de extraños rituales, en la habitación veintidós, que se suponía, vacía, lo tenían hecho un manojo de nervios, agravando su situación, la presión psicológica de WESLEY DANILO.



*


Carlota, un tanto inquieta, escribió sobre una hoja de papel, las siguientes palabras de Freud:


Nunca somos tan vulnerables al sufrimiento como cuando amamos, y nunca somos más infelices que cuando perdemos el amor”



Con un lápiz entre sus dientes, tarareaba dicha frase una y otra vez, hasta que detuvo la mirada en el recuerdo del poema, que dejó escondido días anteriores, en la sotana del clérigo, agitando su corazón de nuevo, y cerrando cada vez más, la cadena que ahogaba su garganta.



*



Muy cerca, Aimar se disponía a ordenar la ropa para enviar a la zona de lavado. Al introducir la mano en la sotana, palpo un papel que extrajo de forma rápida. Sus grandes ojos azules, quedaron al instante como platos, al leer el contenido de la misma.



“ ... Te has hundido en mis sueños

En mi sangre, en mis sentidos


Has viajado sin tocarme por la arena de mis versos

Prohibidos


Has bebido de mi cáliz bendito

Y has puesto sobre mis labios carmesí

La vid de tus encantos.


No obstante, permaneces en tu realidad,

Impasible y puro


¡Diáfana verdad, has lapidado mis entrañas!


¿Porque, si escuché la furia de tus latidos

No es mío el ímpetu de tu sangre?


¿Porque, si te has cruzado en mi camino

La copa de mis ansias yace rota?


¿Porque la luz que irradia de tus pupilas

Vivifica y asesina a la vez?


Sin que sepas


He bebido de la miel de tus labios

Y del rocío de tus latidos.


Y moras dentro de mí

Cual ángel caído”




El, un hombre capaz de vencer las dificultades, se vió así mismo, maniatado a un sentimiento que fluía de su corazón, extendiéndose a borbollones por todo su cuerpo. Se había prometido batallar contra esos hilos extraños de atracción fatal, pero vió con hilaridad y tristeza, que estaba perdiendo la batalla.


El fluir de la sangre en sus venas cada vez que la ve, es la aguja silenciosa que señala dentro de sí, que se ha convertido en el epicentro de su cielo y tierra. En ese hálito cósmico que sin querer, trastornó su memoria y taladro su existencia, cual cincel a un mármol.


Sin proponérselo, dirigió la mirada al espejo cóncavo, y vio con certeza, que más allá de su conciencia, se había generado una contienda, entre el deseo de la carne y amor terrenal, y aquel, cuyos hilos imperceptibles conectaban su espíritu con la eternidad. Las diferencias son abismales, pero se miró en el centro de ese meollo con las manos atadas.



Los hilos del laberinto se entrelazan cada vez más sumergiendolo en un callejón sin salida. Su decisión estriba, entre la belleza y el deseo de los labios carmesí que estremecen su ser, y el amor filial que brota de su alma como fuerza viva y candente, y lo conecta con el poder magnánimo de la luz solar.


Tembloroso, destruyó el poema, y halando fuerzas inexistentes, quedó en el piso hecho trizas. El espejo cóncavo, testigo mudo de dicho acto, se desprendió de la pared, y una parte de este extraño artefacto, formó sobre la alfombra un extraño corazón, del cual manó en el acto, gotas de sangre, sangre de amor.





*Imagen tomada del muro de Islam Gamal.

Luz Marina Méndez Carrillo/25102019/ Derechos de autor reservados.


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