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Foto del escritorLuz Marina Mendez C

LA MANSIÓN DE LOS ESPEJOS: LA NOTICIA

Actualizado: 6 sept 2019









Josefina, la hermosa detective, sin aliento de vida, muere en una clínica cercana a la Mansión.


*


Wesley Danilo Santacruz, husmeando la correspondencia, descubre una carta extraña, con un logo que no había visto. Siente un poco de temor, pero a la vez, gratificación, pues contiene el sabor y aliento del perfume de su amada. Sueña con tenerla de vuelta, pronto.


Abre el sobre y salta a la vista: una agenda, dos fajos de dólares americanos, seis billetes de cincuenta marcos alemanes, varios euros, una usd y un cd.


Frunce el entrecejo, pues no atina un ápice, lo que significa.


Tocan a la puerta y presuroso guarda el sobre en un cajón bajo el escritorio. Violeta, su secretaria, le informa de una llamada con señal de urgencia.


En un santiamén, su rostro luce desmejorado y parece no tener una gota de sangre. Afloja la corbata y se deja caer sobre el mullido sillón. En su mano izquierda, vibra silencioso el celular, el cual, segundos después, cae sin misericordia sobre la alfombra, al igual, que el pergamino de los versos que ella recitaba en horas de letargo:



¡Nada te ha hecho más feliz

Que mi recuerdo!


¡El néctar de mis labios!

¡La fuente de mis pechos!


¡El agite de mi cuerpo en éxtasis

Ardiente y sediento!


¡Nadie te he hecho más feliz, que

Yo!




Toma la hoja de pergamino y la estruja contra su pecho, en el más doloroso de los mementos. Pone entre las manos su rostro, sucumbiendo en un mar de llanto.



*


Aimar, abre nuevamente el libro sagrado. Ansiando distraer su mente, lo hojea, pero ni una gota de las letras impresas cala en su intelecto. Se incomoda. Toma el pañuelo, seca su hermoso rostro. Camina en círculo varias veces, hasta que, cansado, se tumba sobre la cama.



Sus hermosos ojos azules, se sumergen en un mundo de sueños, en los que ansía, la magia del amor y el perdón del altísimo.


El eterno filosofar consigo mismo, se ve interrumpido por golpes casi que silenciosos en la puerta. Sin levantarse y aún con el hábito puesto, contesta: Puede seguir.


En un instante y frente a sus ojos, la linda mujer, por quien su corazón empezaba a cambiar de dirección y lo sumergía en el velo onírico de la vigilia.


Quiso levantarse, pero ella, se acomodó muy cerca, poniendo sobre sus labios el dedo índice y anular; susurrando a su oído, le pidió, se quedase, como lo había visto al entrar.


Intercambiando sentimientos a través de la mirada, dejan caer sobre sus corazones, el ímpetu y necesidad de satisfacer el amor que entre ellos, fluye a torrentes.



Carlota acerca sus labios a los del clérigo y éste permanece estático con la mirada fija en ella. En esos arrebatos del corazón y el alma, en los que a veces no se tiene control, responde al fuego ardiente cuya llama aviva sin la mínima clemencia.


En ese tejemaneje de sentimientos, la Divina Cruz del Nazareno, que momentos antes, pendía en el pecho de Aimar, da contra el piso, haciéndose trizas.




* Imagen tomada de Rossas.net

Luz Marina Méndez Carrillo/06092019/Derechos de autor reservados.




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