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  • Foto del escritorLuz Marina Mendez C

LA MANSIÓN DE LOS ESPEJOS:¡UN INSTANTE, UNA ETERNIDAD!






Ajeno a la suerte de Carlota, permanecía con las manos adheridas al estómago, como si no quisiese, que el sentimiento de amor y la decisión tomada, tuviese oportunidad alguna de escape.



Doblegando la rodilla y por última vez, exclamó:



¡Fuego de vida, vid del alma mía!

Cifrare mis esperanzas en tu sacra Esencia


¡No hay marcha atrás!


¡En vos espero!

¡En vos confió!



Dando vuelta, tomó el abrigo y colgandolo sobre los hombros, se dispuso a abandonar la habitación. En ese instante, golpes que parecían lamentos, se escucharon al otro lado de la puerta. Con la mirada fija en la cerradura, detuvo un instante el corazón. Frunció el entrecejo dando vuelta al pomo de la misma.



Don Arcadio, pálido y tembloroso casi que tartamudeando vociferó: Señor Obispo, no sé cómo ha sucedido, pero la joven Carlota yace tirada al final de la escalera. ¡Parece muerta!



Sin mediar palabra, Aimar bajó presuroso. De pronto, el mundo a sus pies se hizo un nudo. Gotas de un sudor helado bajaron por su rostro y un aire tenebroso recorrió su espina dorsal.


Una escena, la que jamás soñó, se hallaba plasmada ante la belleza de sus grandes ojos azules. Carlota, la mujer por quien acababa de tomar la más difícil de decisión, se miraba sobre la alfombra, pálida y sin aliento de vida. Un hilo delgado de sangre se había esparcido en derredor de su linda cabellera, presagiando un final funesto. Muy cerca, una maleta con sus pertenencias.




Un instante, y el amor de sus corazones y el clamor de sus almas, se entretejió por toda la eternidad



¿Qué era aquello?


Guardando el rostro entre sus manos, se le miró bañado en llanto. Don Arcadio y los presentes no atinaba a entender. ¿Porque un hombre que pertenece a la iglesia, que se debe a Dios, llora de tal manera por una mujer? ¡Extraña confusión en el ambiente!



A la llegada del personal de investigación, se retiró silencioso.



Ya, en lo absorto de su amarga soledad, el llanto ató su garganta a extraños eslabones, que minuto a minuto apretaban el cerco de su existencia.



Secando sus lágrimas, dirigió la mirada al espejo cóncavo, observando en retrospectiva, los instantes que vivió Carlota antes de caer por las escaleras, quedando estático el momento aquel, que se miraba en el piso y la sangre que presurosa corría sobre la alfombra, formando un clamor angustiante y silencioso, en el que se veía con meridiana claridad, un te amo. Retrocedió impactado, en el acto, la imagen se diluyó, como el agua entre los dedos.



*


El teléfono repicó interminables veces en la oficina de Wesley Danilo, y al lado de este, la luz intermitente del celular no cesaba. Nadie se apresuró en contestar. El silencio se hizo latente.


*


Dylan, un tanto nervioso, ultimó los detalles del resultado de la investigación de la muerte de la señora LILIANA SANTACRUZ, y la joven JOSEFINA. En contados minutos, estaría en la oficina del señor WESLEY DANILO rindiendo cuentas de su gestión.



Bajó al parqueadero con su maletín herméticamente cerrado, al cual se tiene acceso a través de una clave que solo él conoce.


A su paso, observó una sombra sigilosa entre los demás vehículos. Presuroso, mandó la mano a su arma dispuesto a accionar si era necesario.



El bolígrafo en el lado izquierdo de su camisa, daría cuenta días después, de lo acontecido.



Sigue.



* Imagen tomada de Freedpik.

Luz Marina Méndez Carrillo/22122019/Derechos de autor reservados.

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